El Mito de los Mitos y Leyendas.

Anita se enfrentó a todo tipo de reacciones cuando propuso que la Biblia se incluyera en la lista de lectura de Literatura Universal. «¡Estás bromeando!», dijo alguien. «¿La Biblia?». Otro contestó: «¡No me digas que crees en el cuento de Jonás y la ballena y en la onda de caminar sobre el agua! ¡Vamos, sé realista!». «Seamos objetivos», respondió otro. «La Biblia tiene su lugar dentro de la religión, pero es ahí donde debe estar. Estoy de acuerdo en que contiene mitos y leyendas fascinantes, pero no me pidas que los tome en serio».

En los últimos años, mucha gente ha llegado a pensar de esta manera. Aun algunos estudiosos de la Biblia han decidido que la Biblia es mejor si se entiende como una recopilación de folklore religioso y leyendas. En otras palabras, están tratando de cambiar los hechos por ficción. Tenemos que admitir que la Biblia relata historias muy extraordinarias. Algunas suenan más como titulares de los anuncios del supermercado que como hechos históricos:

  • “Hombre camina sobre el agua”.
  • “Con el almuerzo de un niño se alimenta a miles de personas”.
  • “Cinco pasos fáciles para convertir el agua en vino”.
  • “Maestro galileo resucita después de tres días de muerto”.

No importa qué tan increíble suenen algunas historias bíblicas, la gente que escribió estas cosas pretendió que sus relatos fueran entendidos no como mitos o leyendas, sino como hechos. No sólo eso, sino que los escritores del Nuevo Testamento sabían que relatar sucesos tan extraordinarios les podía costar la vida.

¿Cuántas personas conoces que de todo corazón irían a la cárcel o hasta se dejaran ejecutar simplemente por no negar una leyenda? Además, algunos escritores del Nuevo Testamento sabían que narrar historias acerca de un maestro resucitándose a sí mismo de la muerte, o que 5000 personas se alimentaron con 2 pescados y 5 panes podía terminar con un pase directo al hospital psiquiátrico, a menos que hubiera otros testigos.

Es por eso que el apóstol Pablo, por ejemplo, proclamó la verdad del evangelio ante un rey llamado Agripa y un gobernador llamado Festo. Cuando Pablo habló de la resurrección de Cristo, la Biblia dice: “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón” (Hechos 26.24-26).

Contrario a los mitos, leyendas y religiones misteriosas del mundo antiguo, los sucesos narrados en la Biblia no fueron hechos «en algún rincón». Muchísima gente los vio mientras sucedían. Gente confiable testificó por escrito la autenticidad de dichos acontecimientos y firmó su testimonio con sangre. Estos escritos, lejos de ser efectivamente refutados y desacre­ditados, pasaron la prueba y fueron reconocidos como autoritativos.

Pedro mismo respondió acerca de los mitos y leyendas cuando escribió: «Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad» (2º Pedro 1:16).

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar la explicación del mito de los mitos y leyendas con este ejercicio:

1. Lee Lucas 1:1-3. ¿Quién escribió estas palabras? ¿Quién le dijo al autor «las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas?» ¿Qué hizo el autor antes de escribir esto para Teófilo?

2. Lee 1º Juan 1:3. ¿Quién escribe estas palabras? ¿Proclama él ser un testigo? ¿Cuál es su propósito en relatar lo que vio y escuchó?

3. Lee Hechos 2:22. ¿Quién dice estas palabras? ¿A quién fueron dichas? ¿Cuál es el significado de las palabras «como vosotros mismos sabéis»?

4. Lee Juan 19:35. ¿Quién es el escritor? ¿Fue testigo de las cosas que escribe? ¿Lo que escribe lo afirma como hecho o ficción? Nota que también escribe: «para que vosotros también creáis». Toma un momento para orar y reflexionar en los testigos que escribieron el Nuevo Testamento y determina si el propósito de Juan se ha logrado en ti.

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por Josh McDowell y B. Hostetler

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