Continuemos.

Somos santificados por la obra que Jesús hizo en la cruz y que recibimos en nuestras vidas. Esto lo hizo Dios. Él nos santificó. Estábamos condenados por nuestros inmundos pecados, por nuestras rebeldías y egoísmos, pero Jesús nos limpió, nos perdonó y nos santificó. Ya no pertenecemos más al mundo, ni al pecado, ni a Satanás. Ahora estamos entregados al Señor. Somos suyos.

“¡Te alabo Señor! Antes era sucio pero me santificaste. Antes hice cosas desagradables que me corrompían, pero me limpiaste y ahora soy santo. Antes andaba y hacía cualquier cosa, pero ahora ando en tu camino para hacer tu voluntad ¡Gracias Papá!”

N. Soy un hijo GLORIFICADO POR DIOS. (Romanos 8:17, 30 y 1º Pedro 5:10).

El verbo glorificar se refiere a nuestro presente y a nuestro futuro. Es presente porque Dios ya “nos sentó en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6).

Es futuro porque se refiere al día en que Cristo volverá y Él transformará el cuerpo de la humillación nuestra para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21).

“Señor, creo que soy un hijo glorificado por vos, aunque no lo entiendo muy bien. Pero lo creo porque sos mi Papá y me decís la verdad”.

Conocer, Creer, Declarar. 

Además de conocer la verdad de Dios, tenés que creerla de todo corazón y declararla  con tu boca para ser verdaderamente libre (Juan 8:32).

Decíle al Señor ahora mismo: “Papá, te doy gracias porque sé que estás conmigo y me has hablado para revelarme tu amor, tu bondad, tu gracia y tu verdad. ¡Gracias Papá! Ahora sé que me has amado desde antes de la fundación del mundo. Yo también te amo. Abro mi corazón para recibir tu verdad y dejarme sanar por vos. Rechazo toda mentira del diablo en el nombre de Jesús. Papá, rompé, en este momento, toda fortaleza que Satanás haya edificado dentro mío desde la niñez. Saná, Señor, mis sentimientos y mis actitudes. Conozco, creo y recibo tu verdad y me declaro libre. ¡Creo que soy un hijo tuyo: Conocido, Escogido, Deseado, Amado, Aceptado, Redimido, Creado, Guardado, Llamado, Justificado, Renacido, Capacitado, Santificado y Glorificado! ¡Gracias, Señor!”

2. Sé a Dónde Voy.

A. A la Vida Eterna. (Tito 3:7, 1º Juan 5:11 al 13 y Judas 21).

B. A Una Herencia Celestial. (1º Pedro 1:4, Hebreos 10:34 y Colosenses 3:24).

C. Hacia la Santidad. (1º Corintios 1:2, Juan 17:17, Apocalipsis 22:11 y 1º Tesalonicenses 5:23).

Dios ya nos santificó, por eso somos santos, pero aún quedan muchas cosas en nuestras vidas que deben ser corregidas, pulidas y sanadas, por eso Dios continúa haciendo su obra en nosotros limpiándonos de todo aquellos que no proviene de Él. Soy santificado, pero cada día necesito consagrarme a Él para crecer en santidad y ser completamente santo. Él nos perfeccionará hasta que Cristo vuelva a buscarnos (Filipenses 1:6).

D. Hacia la Semejanza de Jesucristo. (2º Corintios 3:18 y Gálatas 4:19).

El Espíritu Santo quiere formar la vida de Jesús en mí. El quiere transformar mi vida a la semejanza e imagen de Jesucristo. Su propósito es que en todo crezca semejante a Él: en humildad, en amor, en perdón, en paciencia, en entrega, en sacrificio, en autoridad, en poder, en sabiduría, y en toda la vida de Cristo.

E. Hacia una Recompensa Eterna. (Colosenses 3:24, Apocalipsis 22:12, 2:7, 10, 17, 23, 26, 28, 3:21).

¡OJO! Dios no es un regalón. Su recompensa eterna es sólo para los VENCEDORES. Los vencedores son los que no pactan con el pecado, con el mundo o con Satanás. Los vencedores son los que se juegan por Jesucristo, los que proclaman su Palabra sinceramente, los que cada día buscan al Señor para entregarse más y más a él. Los vencedores son los que están dispuestos a obedecer y creer la Palabra de Dios.

F. Al Tribunal de Cristo. (Mateo 12:36-37, Romanos 14:10-12 y 2º Corintios 5:10).

Todos los hijos de Dios, grandes y pequeños, seremos juzgados por Jesucristo en su tribunal. Allí daremos cuenta de todo lo que hicimos y dijimos y de todo lo que no hicimos y no dijimos. Allí, cada uno de nosotros recibirá de parte de Jesucristo según lo que haya hecho. Nadie va a poder escapar con excusas, justificaciones o culpando a otros. Allí seremos recompensados, o no, según nuestra forma de vivir ahora. ¡Sé santo cada día de tu vida para que después puedas disfrutar de la recompensa del Señor Jesús!

3. Sé Con Quién Voy.

Voy con Jesucristo y nunca más estaré solo ni abandonado.

Extracto del libro “Verdades Que Sanan”

Por Edgardo Tosoni

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