Pasaje bíblico: Éxodo 14; 15:22-27; 16; 17:1-7; Números 11.

Idea principal

La incredulidad ante el trabajo de Dios en nuestra vida y la historia es uno de los grandes retos que nos plantea el mundo postmoderno.

Desarrollo

El pueblo de Israel tuvo la oportunidad de experimentar el poder y la presencia manifiesta y evidente de Dios de muchas maneras en un periodo de tiempo muy corto. Desde que Moisés se presentó ante el pueblo anunciando la liberación por parte de Dios, las maravillas llevadas a cabo por el Señor fueron evidentes para los egipcios y el pueblo una y otra vez.

Antes de la liberación vieron cómo la tierra de los egipcios padecía bajo el azote de las diferentes plagas que Dios envió. La tierra de Gosén, donde ellos habitaban, quedó a salvo de toda destrucción, únicamente por la intervención sobrenatural y poderosa del señor. Los primogénitos de todo Egipto perecieron la noche de la celebración de la pascua, sin embargo, los primeros hijos de los israelitas fueron preservados por la intervención sobrenatural y milagrosa de Dios.

Incluso, la liberación final y la salida de Egipto se hicieron en medio de la manifestación poderosa, gloriosa y sobrenatural del Señor. El pueblo de Israel no sólo vio el mar rojo abrirse ante sus ojos, sino que comprobaron cómo Dios aniquilaba al ejército de Egipto y culminaba su liberación de la esclavitud y su marcha hacia la tierra prometida. A pesar de todas estas experiencias pasadas, los israelitas siguieron siendo incrédulos -negándose a creer- y desarrollaron un corazón duro -refractario hacia la influencia de Dios-.

Todo y lo “espectacular”, sobrenatural y prodigioso de las situaciones vividas por Israel no tuvieron el efecto deseado sobre ellos:

– Las experiencias vividas no les ayudaron a una mejor comprensión del carácter de Dios. Israel no supo discernir y entender que el Señor era un Dios fiel, comprometido a fondo con protegerlo y comprometido a fondo con la provisión de todas sus necesidades.

– Las experiencias vividas no desarrollaron en Israel una mayor capacidad para descansar y confiar en el Señor para los nuevos desafíos y retos que el futuro les fue planteando.

– Todas aquellas experiencias tampoco fortalecieron su memoria histórica. Todo lo vivido no desarrolló en ellos un registro de la provisión, intervención y fidelidad del Señor que les ayudara a tener esperanza y confianza ante las nuevas circunstancias. Consecuentemente, los relatos de éxodo, levítico y números nos muestran a un pueblo incrédulo, endurecido en su corazón, sin memoria histórica, incapaz de reconocer e identificar la actuación pasada del señor y, por tanto, incapaz de confiar en él para los nuevos desafíos. Un pueblo quejumbroso que incluso llegó a añorar los tiempos de la esclavitud de Egipto, por duro y sorprendente que pudiera parecer.

Aplicación en un mundo postmoderno

La sociedad postmoderna tiene una actitud ambivalente con relación a la espiritualidad. Por un lado, tenemos un sentimiento espiritual que, en ocasiones, ralla totalmente con la superstición y una credulidad de tipo infantil.

Por otro lado nos encontramos ante un racionalismo acendrado, que desprecia, ignora y niega todo tipo de espiritualidad en aras, no de la razón, sino del racionalismo, entendido éste como la negación de toda realidad que no sea material. Este racionalismo acendrado se puede convertir en un serio desafío y peligro para los creyentes. Puede impedirnos tener la capacidad para poder reconocer la intervención de Dios, no solamente en la historia, sino también en nuestra pequeña historia personal. Podemos vivir la vida sin ser conscientes de la presencia de Dios y su actuación día tras días en el mundo y en nuestra vida. La falta de reflexión, la incapacidad para identificar el trabajo de Dios puede llevarnos a una imposibilidad de desarrollar una memoria histórica, un registro de cómo hemos visto y experimentado a dios en nuestra propia experiencia, en nuestro entorno y en el mundo.

Sin este registro de las pasadas intervenciones de Dios, nuestra vida pierde la perspectiva trascendente, no crecemos en el conocimiento y la comprensión de Dios y su carácter y, por lo tanto, no vamos desarrollando una base de confianza para futuros retos, desafíos y circunstancias que nos veremos obligados a sufrir.

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