Pasaje clave: Levítico 26:14 al 46.

Después de las crudas advertencias contra la idolatría, el pueblo se deleitó escuchando las espectaculares bendiciones que Dios reservaba para ellos y la manera en la que Dios mismo los validaba recordándoles quiénes eran para Él.

¡Todo esto es taaaannn lindo!… ¿Para qué más?
Pero Dios continuó hablando…
¿Qué actitudes «desatan» el enojo de Dios y su castigo? (26:14-15, 19, 21, 23, 27 y 30).
¿Qué castigos sufrirían con relación a la tierra y a sus enemigos? (26:16-17, 20-22, 25, 31-33, 36 al 39).
¿Qué castigos recibirían con relación a la alimentación? (26:26 y 29).

¡No es pavada lo que acabas de leer!
¿Sabes por qué Dios castiga? Porque Él es justo.
Su justicia no es como la nuestra: “Si nos cae bien…”, “si es nuestro amigo…”, “si recibimos a cambio algunos favores…”, entonces somos mas blanditos, miramos para otro lado y dejamos pasar ciertas cosas. Pero si no soportamos a esa persona, si nos trató mal, entonces soltamos sobre ella toda nuestra ira. Pero Dios no es así.
Dios no administra justicia según las apariencias, ni lo hace por “amiguismo”. Su justicia no es ira descontrolada, ni bronca contenida que se libera con crudeza porque “no se la aguanta más”.

Él no esta esperando tomarse revancha. Él es justo. Él le da a cada uno lo que cada uno merece según sus acciones y sus motivaciones.
Dios no pacta con la injusticia ni con el pecado. Dios no trata igual a los que le obedecen, le aman y le creen, y a los que deliberadamente lo ignoran, lo desprecian y lo tratan como “un invento religioso”.
Y si bien para Dios no hay “pecados grandes” ni “pecados chicos” (la mentirita piadosa no existe, es mentira y punto), Él emite justicia en función de la gravedad del pecado, de las consecuencias que produjo y de las intenciones con las que fue cometido.

La Gravedad y las Consecuencias.

No es lo mismo robarte 50 centavos que tener sexo con tu novia. Ambas son conductas pecaminosas pero la gravedad y las consecuencias son absolutamente distintas en ambos casos.
No es lo mismo copiarle el examen a tu compañero que robar a mano armada.
Ambas son conductas pecaminosas pero la gravedad y las consecuencias en ambos casos son absolutamente distintas.

Las Intenciones.

Por ejemplo: Le digo algo a alguien, sin embargo esa persona lo toma mal (aunque no fue nada malo lo que le dije), se siente ofendida y dolida por mis palabras. Sin saberlo, pequé contra ella aunque no fue mi intención lastimarla.
En cambio cuando deliberadamente digo o hago cosas que lastiman a otros, no tengo excusas, porque tuve la intención pecaminosa de hacer lo que hice. Dios no juzga igual ambas conductas.

A las personas buenas les suceden cosas injustas. Así es la vida. Pero recuerda que Dios es justo y todo lo que Él haga y permita estará basado en su justicia perfecta, en su santidad y en su enorme amor tu vida.

¡Un Corazón muy, muy Grande!

Así es el corazón de Dios. Él siempre te da nuevas oportunidades cuando tú estás dispuesto a reconocer tu pecado y a humillarte (26:40-41).
¿Qué hace Dios, entonces? (26:42, 44-45).

Piénsalo.

Tu Papá Celestial te ama y Él no te olvida. Te dará nuevas oportunidades, pero como no sabes en qué momento la paciencia de Dios se terminará es mejor que no juegues con Él.
¡Disfruta de tu libertad en Cristo! ¡Disfruta de todo lo que eres y tienes en Él!

Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Éxodo-Levítico»

Por Edgardo Tosoni

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