Pasaje clave: Deuteronomio 11 al 12:28.

Moisés continúa dándoles palabras y mensajes a la nueva generación.
Los alienta, les advierte, les enseña…
¿Qué tenían que aprender a hacer “todos los días”? (11:1, 18 al 21, 32).
¿Qué es lo que ellos habían visto con sus propios ojos? (11:7).
¿Para qué tenían que tener comunión con Dios “todos los días”? (11:8-9, 13-15, 22 al 25).
 
Tener comunión con Dios cada día, ¡todos los días!, no tiene por qué ser aburridísimo. Por el contrario, puede llegar a ser la experiencia más transformadora de tu vida. No es algo que se pueda explicar mucho porque tienes que experimentarlo y vivirlo por ti mismo.
Te podría llenar la cabeza diciéndote lo bueno que es tener una relación personal con Jesús cada día. Te podría dar un montón de razones inteligentes y hacerte leer un toco de versículos bíblicos. Podría hablarte de las bendiciones que te estás perdiendo o de los dramas que podrías llegar a enfrentar con una nueva actitud, si buscaras de Dios “todos los días”, o cómo tu corazón seria sanado de tantas heridas…
Pero para serte sincero, perderíamos el tiempo.
¿Sabes por qué? Porque tienes que descubrirlo, vivirlo y aprender a disfrutarlo por ti mismo. Así de simple.

¿Viste en tu vida o en tu propia familia, algo grande que Dios haya hecho?
¿Alguna enfermedad de la que te haya sanado?
¿Algún peligro del que los haya librado?
¿Alguna bendición que hayas recibido de Él?
¿Algún cambio en tu forma de ser, en tu carácter y actitudes?
¿Alguna puerta que se te abrió o algún problema que se solucionó?

Si en algún momento viste algo grande, o pequeño, que Dios hizo o esta haciendo contigo, o en tu hogar, eso tendría que ser razón suficiente para que lo sigas buscando “todos los días de tu vida”.
Eso tendría que ser razón suficiente para que termines de una buena vez con todas esas actitudes carnales, caprichosas e inmaduras con las que te mientes a ti mismo todo el tiempo: “No tengo ganas”, “no entiendo nada de lo que leo”, “es aburrido”, “no debe servir para nada porque siempre sigo igual”, “para qué voy a orar si parece que Dios no me oye”, “no oro porque Él nunca me da lo que le pido”, “tengo mucho, muchísimo, que estudiar y no tengo tiempo”, “me siento taaan cansado”, “trabajo todo el día”, “me duele mucho”, “me siento muy mal”, “tengo que ver la T.V.”, bla, bla, bla, bla…
Es tiempo de que termines con estas excusas y comprometas tu vida responsablemente con Jesús. Te estás perdiendo algo grande.

¿Qué pone Dios delante de ti? (11:26 al 28).
¿Bendiciones por hacer qué cosa?
¿Maldiciones por no hacer qué?

Maldición no significa perder la salvación. No significa que Dios deje de amarte o que ya no eres más su hijo, o que tu vida no le importa más. Maldición significa que Dios te deja sólo en las decisiones que tomas y en las cosas que haces. Maldición significa que Él no aprobará tus deseos ni tus elecciones, ni estará cerca de ti para socorrerte cuando haya problemas. Maldición significa que todas sus bendiciones serán retenidas y no llegarán a tu vida. Maldición significa que no tendrás cobertura ni protección espiritual contra los ataques de Satanás. No te lo recomiendo.

Piénsalo.

Elige en tu corazón tener comunión con Él todos los días.
Elige amarlo más que a cualquier otra cosa o persona.
Elige llenar tu mente y tu corazón con sus palabras.
Elige la bendición.
Transforma tu tiempo de comunión con Dios en el mejor momento del día: Ora, canta, adora, agradece, pide, suplica, llora, desahógate en Él de tus presiones.
Cree, lee la Palabra, desafíate a ti mismo a obedecerla. Atrévete a ser diferente. Atrévete a vivir En Cristo.

Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Números-Deuteronomio»

Por Edgardo Tosoni

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