En verdad espero que aún no hayas tenido que enfren­tarte con la depresión a tu temprana edad y es mi oración que nunca lo enfrentes. Sin embargo, es probable que en cualquier momento estés cerca de al­guien que sufre de una seria depresión.

¿Cómo sucede la depresión y cómo se do­mina? ¿Cómo puedes superar esta arma de golpes mentales?

Cuando empiezas a sonar como Igor, el de Winnie Pooh, cuando nada parece ir bien para ti, te sientes cansado y te sien­tes mal todo el tiempo, entonces eso podría ser un poco de depresión. La depresión puede hacerte sentir que el peso del mundo está sobre tus hombros y que no tienes respuestas para nada. El sol se apaga, ya nadie está jugando y todo parece desalentador.

Lee el Salmo 143 para des­cubrir cómo puede ayudarte a enfrentar la depresión.

Paso Uno: Encuentra qué es lo que Está Causando el Problema.

Mis enemigos quieren matarme; me tienen acorralado y en constante peligro de muerte (Salmo 143:3).

¿Cuál es el problema? Él estaba siendo atacado por las fuerzas de la oscuridad, estaba sintiendo como si todo a su alrededor fuera negro y como si no tuviera control de lo que estaba pasando.

Cuando tienes un problema y no puedes encontrar cuál es su origen o por qué te sientes tan triste, tal vez quieras detenerte y ver si estás en medio de una batalla espiritual. La batalla espiritual está siempre sucediendo y algunas veces puede afectarte personalmente.

Paso Dos: Mira lo que la Depresión te Está Haciendo.

Ya no siento latir mi corazón; ya he perdido el ánimo (Salmo 143:4).

Tu respuesta a la depresión es que te sientes con temor y sin esperanza. Empiezas a creer que simplemente te encuentras en la oscuridad y que no puedes encontrar el camino de regreso a la luz.

Paso Tres: Piensa en las Cosas que te Hacen Sentir Bien.

Me vienen a la mente los tiempos pasados y me pongo a pensar en todas tus acciones; ¡tengo muy presente todo lo que has hecho (Salmo 143:5).

Si es posible, puede ayudar que te detengas y pienses en las cosas buenas que Dios ha hecho hasta ahora por ti. Piensa en la familia amorosa que te dio o en los buenos amigos que tienes; piensa en las vacaciones que tomaste el año pasado o lo divertido que estuvo el campamento del Ministerio Juvenil. Piensa en las cosas buenas.

Paso Cuatro: Sea lo que Sea, ¡Agradécele a Dios!

Hacia ti extiendo mis manos, pues me haces falta, como el agua a la tierra seca (Salmo 143:6).

¿Qué es lo que pasa cuando estás muy triste? Quieres conseguir cosas para sentirte mejor. Te sientes seco y se­diento, y quieres que alguien se encargue de tus necesi­dades. El salmista dice que una opción que tienes es “ex­tender tus manos” hacia Dios. Busca al Señor para que te ayude a seguir creyendo que Él tiene las respuestas. Cree que Él te puede llenar y hacerte feliz de nuevo. Ese paso lo puedes empezar agradeciéndole todo lo que ha hecho por ti en el pasado.

Paso Cinco: ¡Pídele a Dios que te Ayude!

Dios mío, ¡respóndeme pronto, pues la vida se me escapa! ¡No me des la espalda, o ya puedo darme por muerto! (Salmo 143:7).

Tú te das cuenta de lo que está pasando, sientes que no puedes aguantar más y realmente necesitas ayuda. Eres como una persona que se agarra de una cuerda con todas sus fuerzas y espera a que el escuadrón de rescate llegue a tiempo. Cuando le pides a Dios que te ayude, sus rescatistas llegan al instante. Él manda al Espíritu Santo a conso­larte, a cuidar de ti y a darte fuerza para que aguantes hasta que las cosas empiecen a cambiar.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Campo de Batalla de la Mente Para Niños”

Por Joyce Meyer

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