Mantente Fuera del Horno si no Aguantas el Calor.

Tres jóvenes eran Sadrac, Mesac y Abednego. El rey Nabucodonosor los nombró líderes so­bre Babilonia. Fueron amigos de Daniel, el que le ayudó al rey a interpretar sus sueños (Daniel 1-2). Al comenzar la historia, el rey Nab (abreviamos su nombre para esta historia) no estaba completamente convencido del Dios de Daniel, aunque más o menos creía en Él. De hecho, el rey Nab tenía una estatua hecha de oro y la había puesto en Babilonia en un lugar bastante obvio para que todos la vieran (Daniel 3:6). Estaba tan contento con su trabajo, que mandó mensaje­ros a todos (Daniel 3:6).

Inclinarse Ante Estatuas de Oro.

Eso si que era bastante serio y la gente de todas partes estaba arrodillándose. Algunos babilonios que eran un poco chismosos y tenían rencor contra Sadrac, Mesac y Abednego, quisieron causar problemas. Le dijeron al rey Nab que algunos de sus propios hombres no estaban ju­gando de acuerdo a las reglas. Hicieron que el rey acor­dara castigar a sus propios líderes (Daniel 3:8-12).

El rey Nab trató de darles otra oportunidad a estos tres muchachos, porque en verdad le agradaban. Les rogó que se arrodillaran delante de la estatua y entonces se podrían ir a sus casas. El rey tenía la seguridad de que ningún dios podría salvarlos del horno encendido y supu­so que simplemente tendrían que hacer lo que él pedía (Daniel 3:13-15).

Sin embargo, ya que ellos trataban de obedecer a Dios, lee lo que le contestaron: Daniel 3:16-18. Bueno, para el rey eso fue un poco difícil de escuchar. Se enojó muchísimo y le dijo a los que prendían el fuego en el horno que aumentaran el calor, de tal forma que fuera siete veces más intenso de lo normal. Hizo que sus soldados ataran a Sadrac, Mesac y Abednego y los aventaran al horno. Las llamas fueron tan calientes que los hombres que los lanzaron al fuego murieron al instante (Daniel 3:23-26).

La Sorpresa del Rey.

Después de haber arrojado a los tres hombres al horno, el rey Nab miró para ver cómo iba todo. Tal fue su sorpresa que ya no estaban atados los hombres y que había un cuarto hombre con ellos. Todos se veían perfectamente bien. El rey se acercó al horno y les pidió a los hombres que salieran (3:23-26).

Los tres hombres salieron. Su vestimenta no estaba que­mada ni su cabello, incluso, ¡su cabello ni olía a humo! El rey Nab se emocionó y empezó a alabar a Dios. Se impresionó de que los tres hombres obedecieran a su Dios, le desobedecieran a él y que sus vidas fueran salvadas. Hizo lo mejor que podía hacer un rey en ese entonces, ascendió a los tres muchachos a puestos aún más altos en su reino (Daniel 3:26-30).

¿Qué Podemos Aprender de esta Historia?

Tú sabes en lo más profundo de tu corazón que te sientes feliz y bendecido, y que com­prendes que tienes una relación muy especial cuando obedeces a Dios. Cuando no obedeces a Dios, te quieres esconder como Jonás o estar detrás de los arbustos como lo hicieron Adán y Eva. En otras palabras, el obedecer a Dios te trae una mejor vida.

Sadrac, Mesac y Abednego te ayudan a ver que aun cuando las cosas parecen estar completamente fuera de orden, si sigues confiando en que Dios te ayudará y crees que Él lo hará, tus creencias y tus pensamientos vencerán. Si tus pensamientos no estuvieran enfocados en esas ver­dades por tanto tiempo, nunca podrías defenderte con tus creencias y decirlas tan claramente, como lo hicieron ellos. Estos fueron hombres que vivieron de acuerdo a la voluntad de Dios y su propósito.

Regresemos a Estudiar la Palabra.

Cuando estudies la Palabra por tu propia cuenta, reci­birás todo aquello que hayas invertido. Entre más es­tudies, más entenderás. Entre más entiendas, tendrás más poder para enfrentar las pruebas y los problemas de este mundo. La idea básica es que si quieres hacer lo que la Palabra de Dios dice, debes tomar tiempo para pensar en ella (Romanos 12:2). ¡Mantén tus ojos puestos en la meta!

Extracto del libro “El Campo de Batalla de la Mente Para Niños”

Por Joyce Meyer

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