Una Breve Historia: El Juez de la Cuarta Banca de la Iglesia.

No siempre es fácil encontrarlos, pero los jueces están por todos lados todo el tiempo. No nos damos cuenta qué tan cerca pueden estar observando lo que hacemos, lo que decimos y lo que vestimos; pero está sucediendo de cualquier modo. Veamos desde la banca de la iglesia, con la cual todos podemos estar relacionados.

Tú has traído a una desconocida a la iglesia. Tu amiga no asiste a ninguna iglesia, así que estás emo­cionado de traerla. Ella está vestida con pantalones rotos de mezclilla y con una playera que tiene un tipo de símbolo como el de la paz; su cabello tiene un tinte morado y tiene un tatuaje en su hombro izquierdo. Mientras caminas hacia dentro de la iglesia, la juez de la banca cuatro empieza a analizarla. Mmmm…  No está vestida apropiadamente para ir a la iglesia, y es obvio que es una chica alocada, con ese tatuaje y su cabello morado. Eso fue todo. Se levanta la pancarta y la juez le da a tu amiga un 2.0 de calificación, como alguien quien realmente no pertenece a la iglesia. Aun cuando la juez te conoce, no está en sus planes hablarte esta mañana. En lugar de eso, sostiene bien arriba la pancarta con el 2.0.

Un poco después, durante el servicio, la juez de la banca cuatro descubre que tu amiga es una estu­diante de otro país y que está de visita. Tu amiga ha venido esta mañana para hablar brevemente sobre el tema de la libertad y de la fe, y sobre cómo es ser un niño en un país donde no se permite la libertad de profesión de fe. Ella no va a la iglesia porque en su país no está permitido. Ella es brillante y com­parte su fe con mucha facilidad. Se ríe de su cabello morado y explica que se lo tiñó la noche anterior para asegurarse de captar la atención, ya que quería que todos escucharan lo que tenía que decir. En espe­cial, acerca del gran amor que Dios tiene por todos sus hijos. Todos disfrutan al escuchar la historia.

La juez de la banca cuatro se dice a sí misma que ella sabía desde el inicio que esa chica era una buena persona. Ella revisa su calificación anterior y ahora le da un 10. Se siente tan complacida consigo misma de ser tan buena juez en cuanto al carácter. Entonces sostiene la nueva pancarta con un 10 sobre ella. Fin.

Sin importar si eres como tu amiga o como la juez de la banca cuatro, esta historia se repite todo el tiempo. No sólo sucede en la iglesia. La historia sucederá en cada situación que experimentes. Siempre serás un juez y serás juzgado. Mira lo que la Biblia nos dice en Mateo 7:1-5. Vamos a examinar este pasaje por completo y veamos cómo podemos usarlo para nuestro propio bien y tam­bién para el bien de los demás.

1. ¿Por Qué Juzgamos a Otros?

Algunos de nuestros razonamientos podrían ser estos:

  • Pensamos que los demás no conocen las reglas; es decir, ¡nuestras reglas!
  • Pensamos que nosotros tenemos la respuesta, así que queremos compartirla.
  • Queremos que los demás conozcan qué tan inteligente somos.
  • Queremos que los demás nos admiren.
  • Queremos sentirnos bien con nosotros mismos.
  • Creemos que es nuestro trabajo hacer que los demás hagan las cosas correctamente. (A eso se le llama «or­gullo arrogante»).
  • Pensamos que estamos dando un servicio necesario.
  • No nos detenemos a pensar que nosotros podríamos estar equivocados.
  • Es más fácil decirle a los demás en lo que están equivoca­dos que tomar una mirada honesta a nosotros mismos.
  • Nos olvidamos de la regla número uno: ¡Ámense los unos a los otros!

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “El Campo de Batalla de la Mente Para Niños”

Por Joyce Meyer

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