Pasaje clave: Efesios 6:1-3.

¿Alguna vez te has sentido así?

“Muchas veces es difícil obedecerlos, comprenderlos, hablarles, sentirte querida, decirles que tienen razón, amarlos, sentir que te apoyan y que están contigo. Sobre todo cuando te gritan y te disciplinan. Cuando te lastiman con sus palabras, con sus actitudes y con sus indiferencias. Cuando te reprochan cosas o te comparan con otros. Cuando no te entienden y no te escuchan. Cuando no pasan el tiempo necesario contigo. Cuando sufres por sus peleas y te hacen sentir culpable, cuando te dicen que no sirves o cuando no sientes su amor por ti”.

Pero…, a pesar de todo, “no digas: como me hizo así le haré… porque el hijo sabio alegra a su padre; pero el necio es tristeza de su madre” (Prov.10:1). Ámalos, aunque no te demuestren su amor. Respétalos, aunque no te respeten y valóralos muchísimo porque Dios te los dio.

El Señor también te dice: “Porque el que detiene el castigo a su hijo aborrece, más el que lo ama desde temprano lo corrige” (Prov.13:24). No te enojes cuando te corrijan. Es difícil, pero vale la pena entender que también así te demuestran su amor.

Saber tratar a los padres no es tarea fácil para una adolescente. Estamos hablando de dos generaciones diferentes: la tuya y la de ellos. Gustos diferentes, ideas diferentes, formas diferentes de pensar y hacer las cosas. A ellos les cuesta entender tu estilo de vida actual, así como a ti te cuesta entender el de ellos.

La Biblia tiene buenos consejos para ti y tus padres en Efesios 6:1-4. La Biblia dice que los padres no deberían hacer enojar a sus hijos. Si sientes que tus padres te hacen enojar, toma la iniciativa y habla con ellos. Con frecuencia, los problemas entre adolescentes y adultos son causados por la falta de comunicación, y no tanto por las diferencias de opinión.

Recuerda que Dios te pide honrar y respetar a tus padres aunque no estés de acuerdo con ellos. Ellos tienen el doble de experiencia en la vida de la que tú tienes. Han visto sus propios errores y heridas y quieren ayudarte a evitarlos. No permitas que un desacuerdo sobre una película, un lugar para pasear o la elección de tus amigos origine una división entre tú y tus padres.

La próxima vez que tengas una discusión con ellos, recuerda que Dios quiere que los honres y obedezcas, no porque “así tiene que ser”, sino porque Dios está pensando en lo que es mejor para ti. Él te proveyó de la orientación de un adulto para que “te vaya bien” (Éx.20:12).

Piénsalo.

¿En qué áreas puedes mostrar más responsabilidad y ganar así la confianza de tus padres?

Si los problemas con tus padres son profundos y “sin solución”, ¿puedes hablar con un pastor o consejero cristiano para que te aconseje qué hacer?

(CONTINÚA…)

Por Edgardo Tosoni

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